Resumen:La casa se inclinaba hacia el lado de la ventana. Yo también tenía la misma inclinación. Me inclinaba hacia la enigmática mujer del balcón. Ambos compartíamos una rara intimidad que se manifestaba en silenciosos cruces de miradas. Ella me veía escribir en la ventana iluminada y yo trataba de imaginarla en la silueta oscura que se asomaba al balcón para recoger la ropa y mirar la luna. Me enamoré sin palabras. Sin decir nada. Una sorda complicidad me unía a ella. Lugares que nos atraen en silencio y en los que nos detenemos para contemplar el musgo en la piedra, un ventanuco con vistas al cielo, un caballo blanco y solitario, que aparece en medio de la noche como la imagen de un sueño, un nido vacío que evoca la vida pasada, como los castillos en ruinas y las casas abandonadas. Amar también es callarse. Yo hablaba en silencio con ella, yo hablaba en silencio con Casares.